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miércoles, 5 de septiembre de 2012
En busca del emperador Inuit. Capitulo 4: Por buen camino...
De repente me encontré en un campo, con plantas mas grandes que yo. Pensé que si aquí era todo tan grande me seria imposible encontrarlo.
Camine durante horas por un campo que mas tarde supe que era de maíz.
Vislumbre a lo lejos lo que parecía una casa hecha con algún tipo de matorral.
Me apresure a acercarme, temerosa por mi primer encuentro con un humano en su hábitat.
Llegue a la puerta de la casa, no encontré timbre ni nada parecido. Aporree la puerta con los nudillos y acto seguido se abrió ante mi.
Una mujer anciana, de aspecto desaliñado, me hizo pasar al ver la cara de cansancio que traía.
-¿Que te trae por aquí muchacha? ¿Te as perdido? ¿Eres de la expedición?
No sabia de que expedición me hablaba.
Venia de excursión por los montañas y me perdí.- escupí las primeras palabras que vinieron a mi mente, al ver tras un ventanuco una hilera de montañas a lo lejos.
¿Vienes andando desde las montañas? ¿Debes de estar agotada? Anda sientate en la mesa, que ahora mismo te preparo un caldito.
Muchas gracias señora. (no tenia idea de que era un caldito, pero supuse que era algo de comer, y la verdad es que mis tripas rugían)
No me llames señora que me haces mayor, jejeje (río dulcemente), llámame Ingrid. Y tu..¿como te llamas?
Rhaël (era el nombre de una de mis primas y lo primero que se me vino a la cabeza)
Ayyy, pequeña, perdona..es que estoy un poco mayor, y me empieza a fallar el oído ¿Como as dicho que te llamas? ¿Raquel?
Si..si Raquel (me e salvado , pensé por un momento. No creo que los nombres Inuit, sean muy populares aquí)
Me puso de comer, y mas que comer, engullí. Estaba delicioso.
Termine de comer y la mujer fue a prepararme un sitio para poder descansar.
Mientras tanto, eche un vistazo a la casa. Era una casa pequeña, pero acogedora. Los muebles de madera tallada. El salón estaba dividido en dos partes, la zona para comer, y lo que supe mas tarde era la zona de ver la televisión. Una caja cuadrada que desprendía imágenes con algún tipo de magia.
Encima de la televisión, unas estanterías. En ellas, muchos dibujos de personas, tan bien hechos que parecían estar allí mismo. (Mas tarde supe que eran fotografías).
Una de ellas me llamo la atención, un chico, mas bien un niño, con la mancha de la realeza Inuit en la frente.
Debía de ser el.
Cuando la mujer llego, me vio observando muy detalladamente la imagen.
Era guapo ¿verdad?
¿Era? Pensé para mis adentros que quizás había llegado tarde.
¿Quien es? Pregunte intentando que no se notara mucho interés.
Era mi padre... el nos abandono a mi madre y a mi, cuando yo era muy pequeña. Es el único recuerdo que tengo de el.
Y...¿Por que dice que era?
Pequeña, yo ya tengo 96 años, cuando yo nací el tendría que tener unos 16,
hace muchos años que lo dio por muerto, ahora tendría 112 años...
Mas bien 127 pensé para mis adentros, mientras una sonrisa se dibujaba en mi rostro.
Ingrid... ¿Puedo preguntarle algo?
Si claro hija, pregunta lo que quieras, se agradece tener una conversación con alguien después de tantos años sola.
¿Ha vivido siempre aquí?
Huy hija no, antes vivía en la gran ciudad, en México.
¿Allí conoció su madre a su padre?
Si, allí se conocieron en una extraña noche, en la que hubo tres lunas. Bueno eso decía mi madre, se le iluminaba la cara cuando me contaba como conoció a mi padre. A la pobre se le fue la cabeza en sus últimos años de vida. Anda que tres lunas...jajaja esta mujer era única.
Mientras que decía esto pude ver en su mirada que la quería muchísimo.
Bueno Raquel, ¿Que es lo que me querías preguntar?
No nada...se me ha olvidado, seguro que era una tontería sin importancia.
No te preocupes, ahora venga ven, te acompaño a la cama y descansas un rato.
La acompañe, subimos unas escaleras que crujiendo a cada paso nos llevaron hasta el piso de arriba. Había una sola estancia, con una cama amplia, dos mesitas, y muchos armarios.
Acuestate aquí y descansa un poco. Dentro de un rato vendré a despertarte que supongo que tu familia te estará buscando.
Si,claro. Muchas gracias Ingrid.
Todavía me impresionaba bastante ver tanta amabilidad en un humano. Que lejos quedaba la imagen de que nos cazaban para comer como siempre había creído.
Caí rápidamente en un aletargado sueño.
Desperté un par de horas mas tarde por la calidad voz de Ingrid que me llamaba por mi nombre.
¡Raquel! ¡Raquel! Despierta muchachita.
Abrí los ojos lentamente, desperezándome mientras una baga sonrisa imposible
de ocultar se dibujaba en mi rostro. Nunca me habían despertado con tanta dulzura.
La acompañe escaleras abajo, me esperaba un delicioso baso de leche con galletas, para reponer fuerzas según Ingrid.
Tenia la necesidad de preguntarle a Ingrid como se iba a México, pero no hizo falta.
Abrió un bolso de piel, del que saco unos papeles de color verde.
Ten Raquel, para que cojas un autobús a la capital ¿Por que eres de allí verdad?
- Si, soy de allí, conteste a la vez que estiraba mi brazo para alcanzar el
dinero .
Menos mal que al chamán le dio tiempo a contarme algunas cosas de esta Tierra, aunque aun así, estaba muy perdida.
- ¿Como llego hasta el autobús?
Tranquila yo te llevo en coche hasta la estación del pueblo. Queda muy lejos como para que vayas caminando.
Cogió el bolso y un abrigo y se lo coloco. Me tendió uno, ya que hacia algo de frío, y yo iba desabrigada. Se lo acepte con gusto.
Salimos de la casa cerrando la puerta. Nos dirigimos a un aparato metálico de color amarillo chillón con ruedas. Abrió una puerta y yo abrí la del lado opuesto. Entro y se sentó, yo la imite. Giro una llave y el aparato se puso en marcha.
Es un poco viejo el coche , pero todavía me lleva a donde quiero, y para la edad que tengo, que mas quiero? Verdad hija?
Si, claro lo importante es que le lleve.
Coche...Así que así se llamaba ese aparato. Este mundo cada instante me sorprende mas.
Estuvimos de viaje durante un largo rato, que se me hizo eterno, debido al mareo que me provocaba el coche por todo el camino de arena sin asfaltar.
Llegamos a la estación de autobuses, era un recinto amplio y asfaltado, por fin podía ver lo que era el asfalto. Las conversaciones con Ingrid, me estaban ayudando mucho para no fastidiarla al llegar a México.
Me despidió y subí al autobús no sin antes pagar el viaje. Me quede un poco asombrada de la cantidad de dinero que me había sobrado. No entendí en ese momento que Ingrid me diese dinero si me iba a acompañar y mucho menos tal cantidad.
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